> Cuando una ola es suficiente – Por Nicholas Moramarco
>> El otro día hice lo que todo surfer debería procurar evitar: meterme dónde y cuando no correspondía. Era un miércoles y el Sardi estaba bombeando. Off shore y chupando la marea. Sólo tubos. Esto es fantástico si tienes cierta edad, habilidad, tabla y forma física. Sólo poseía uno de los elementos requeridos para gozar del baño; la tabla. Es una muy finita que me hizo Hugo después de hablar con Fran que aún no domino del todo. Es una maquinita. Hermosa. “Quiero algo más radical… etc…" Vaya zapatilla rusa que me encargué. La tabla va que no veas, pero yo voy detrás de ella como un mastín en celo ebrio de Don Simón. El caso es que llevé mi tablita nueva a la primera playa del Sardinero. Veía las series caer como latiguillos sobre una docena de sombras negras que se movían como delfines alrededor de un mar de fondo de un metro pasado en la tarde santanderina. Cuando sopla el viento sur en Cantabria crea un plumaje blanco en el aire al romper las olas. Siempre es señal de olas de calidad. Entro al agua cerca de Piquío donde a veces abre bien…
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"not quite sardi…" el tesoro de uno… la pesadilla de otro