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> «The Green Egg» ~ Un viaje en el tiempo — Por Nico Moramarco

>> El tiempo es de las cosas nos trae de cabeza a los seres humanos. Vivimos en el pasado muchas veces o anticipando el futuro en un mar de ansiedad, expectación, esperanza. La próxima sesión, la ola deseada, condiciones épicas nos llenan la frente mientras vamos deambulando por la vida buscando huecos para volver a sentirnos vivos, presentes. Y cuando no hay condiciones, recordamos aquellos momentos cuando fluimos aquellas paredes largas y verdes que hemos tenido privilegio de recorrer brevemente y que se quedan en la retina interior del recuerdo volviendo a visitarlo una y otra vez como si de un amante se tratase… A veces una tabla puede transportarte a tiempos pasados como cuando pasas por algún lugar y un olor te trae algo a la memoria de golpe, a un momento preciso en tu vida. Tengo la sensación de haber vivido varias vidas en una, en varios países y situaciones antes de acabar parando en un pequeño pueblo de la costa norte española…

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encinitas.jpgLa primera vez que vi ésta tabla fue al principio de los años noventa del siglo pasado. Pertenecía a mis amigos Scott y Kelly que tenían una caravana en Baja California donde íbamos los fines de semana a surfear, comer taquitos y alejarnos de los saturados picos de las playas al otro lado de la frontera, como Birdrock, Windansea, Swamii… Estos chicos eran de los primeros que vi surfear con los tablones modernos. En aquellos años justo estaba empezando el renacimiento del Longboard pero con material moderna. Las tablas eran perfectas para el tipo de olas en la costa de San Diego. Pasamos largos ratos en las olas de Sunset Cliffs, Del Mar, Pacific Beach… Yo no surfeaba tan bien como ellos pero me encantaba verles y aprender como deslizar con gracia y lo que parecía sin esfuerzo. Iba con ellos cada vez que me llamaban. Empezaron a alquilar caravanas en los acantilados del norte de Baja cerca del Kilómetro 38 y un poco más abajo. En un momento llegaron a tener tres o cuatro en distintos sitios, cada cual más chula, con terrazas mirando al pacífico, habitaciones y cocina. Bajaban los fines de semana, a veces solos y a veces aparecían grupos de chicas espectaculares que conocía sobre todo Kelly que era un Bartender en los sitios de moda, alto, guapo, fuerte, rubio y sin miedo a nada. A veces me colaba en estos encuentros, más bien, me invitaban, pero me sentía como un aprendiz con mucha suerte de poder estar con ellos y compartir tanta belleza. 
Las olas rompían justo delante de una de los caravanas-chalets que tenían. Era por la mañana después de una noche larga de risas, música y bastante cerveza y tequila. Yo me levanté sin mucha resaca así que decidí darme un baño. Mi tabla se había quedado dentro de la furgoneta de Scotty quien en estos momentos dormía plácidamente en una hamaca de colorines bajo una palmera mejicana. Kelly Knudsen estaba ya arriba haciendo café con su habitual sonrisa de oreja a oreja. Charlamos un rato y se puso a arreglar una fuente que estaban haciendo en el jardincito que le daba un aire zen al sitio. Le conté lo de mi tabla y me dice que coja la verde que es de Allen "el irlandés" que también estaba en estado catatónico y roncaba a los cuatro vientos. Me dice “Vete al agua y muéstrame lo divertido que está y voy….”
Hecho. Bajo el acantilado y entro solo. Se están formando derechas de unos tres pies que se levantan suavemente y corren a lo largo de la bahía unos 40 metros. No hay viento. La tabla es una 7’0, modelo “Egg” que significa huevo, por la forma que tiene en general. Por entonces desconocía todo esto y estaba simplemente contento de estar en el agua. Empecé a surfear aquellas olas una detrás de otra, parando de vez en cuando para mirar al acantilado y nuestro pequeño acampamento base para ver si Kelly se ponía en marcha para unirse a mí. No entró, estaba demasiado metido con la fuente zen pero luego me aseguró que parecía muy divertido. Cuando salí del agua sólo quedaba Kelly, ya que los demás se habían levantado y marchado de prisa debido a sus obligaciones al otro lado de la frontera. Incluso Allen, se había ido sin su tabla, que en estos momentos estaba goteando agua debajo de mi brazo. – "¿Qué hago?" Le pregunté a mi amigo, – "nada, quédate con la tabla hasta la próxima vez que vengamos." Así fue. 

Nico con su Encinitas en Liencres "La Lastra" – Foto Jose Pellón
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El único problema era que ya no volví a bajar nunca más con ellos a los preciosos acantilados y rompientes solitarios de la Baja California. Igual que pasa en el libro “El Gran Miércoles” fuimos creciendo y nuestras vidas se fueron complicando con responsabilidades y la eterna cuestión de "qué vas a hacer con tu vida" Yo terminé mis estudios y fui a Méjico para ser profesor y luego conseguí una beca para venirme a España. Durante mi tiempo en Méjico "The Green Egg" se quedó aparcada en el garaje de mi padre en San Diego. Allí estuvo varios años. Cuando mi padre se mudó de casa dio la tabla a mi hermano en Los Angeles. Casi me había olvidado de ella pero en una visita a California fui a casa de Steve en L.A. y afuera de su estudio de grabación, posada entre árboles estaba la tabla, media tapada por hojas. Cuando la tuve entre manos de nuevo supe que tenía que traerla a Cantabria… a volver a surfear con ella. Las tablas cobran cierta vida mientras nos acompañan en diferentes momentos y situaciones, pegados a ellas durante largos ratos como en un baile de instituto.

Hoy salgo del agua después de hora y media con olas largas de un lado al otro de la playa. En un momento del baño me fijo en la tabla. Paso los manos por los cantos, fijo bien la cinta americana, rasco la parafina y todos esos recuerdos me vienen de golpe, justo antes de remar, ponerme en el sitio y deslizar hacia donde el tiempo no existe.
Nico Moramarco

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