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> «La créme de la créme» – Por Carlos Serrano

>> Corría el año 1966 cuando la Jimi Hendrix Experience aterrizó en Reino Unido, donde nadie les conocía, liderados por un guitarrista de pelo afro, mirada intensa y que destilaba elegancia desde sus grandes manos hasta la punta de sus pies. Éste guitarrista, que no era otro que James Marshall Hendrix, venía a cambiarlo todo en un país destinado a ser la mayor cuna de grupos de rock del mundo, pero que en 1966 aún miraba con recelos a los grupos americanos, especialmente si su principal figura era un negro vestido de indio sioux, y sobre el que poco sabían más que portaba sobre sus espaldas el cartel de “genio excéntrico”. Ante tal fama, la créme de la créme del rock inglés se lanzó a presenciar el primer concierto de Hendrix en Londres: entre el curioso público se encontraban Lennon, McCartney, Jeff Beck, Pete Townshend y Mick Jagger, entre otros, atentos a cualquier movimiento que aquel guitarrista espigado y envuelto en fulares multicolores realizase sobre el escenario…

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jimi_hendrix_.jpgEntre todos estos músicos se encontraba Eric Clapton, quién hacía poco había sido bautizado como “Dios” en un graffiti del metro londinense, y quien a su vez se consideraba el estandarte del blues británico, aquel que había llevado la música negra a los dedos de los blancos con igual maestría que sus creadores americanos, y que campaba por los estadios ingleses elaborando solos que hasta ese momento sólo podían escucharse en viejos vinilos. Se consideraba tan bueno, que había bautizado a su nuevo grupo como Cream (nata, en inglés), ya que estaba compuesto por la créme de la créme, pues así se consideraban a sí mismos él y sus miembros.

Jimi Hendrix subió al escenario, y lo que hizo durante las siguientes horas de actuación provocó que los Beatles se pensasen si realmente eran tan “Fab”, y que Mick Jagger se lanzase al día siguiente rumbo al mercado de Candem, dispuesto a conseguir tantos viejos discos de blues como fuese posible; la actuación de Hendrix, su virtuosismo, y la garra que mostraba en el escenario, les habían dejado perplejos.

Para Clapton, en cambio, fue un duro golpe. Todo su ego guitarrístico había desaparecido de un plumazo, desvaneciéndose entre los interminables solos de Hendrix; cuentan que tras el concierto, se encerró una buena temporada, rumiando cómo aquel guitarrista americano podía tocar con tanta facilidad, tan elegantemente, frases y acordes que él jamás hubiese imaginado, con una fuerza y un estilo proveniente de los más apartados bayous del sur de Estados Unidos, donde Clapton hubiese querido nacer. Así, los trabajadores músicos ingleses, que habían aprendido a tocar a base de escuchar discos importados, descubrieron que el talento natural de Hendrix para la guitarra y el blues era algo inalcanzable; pero a partir de ésta actuación, su música y la de sus grupos cambió: sólo hace falta escuchar los discos de dichos artistas a partir de 1966 para entenderlo.

Juan Merodio – La Vaca 2008 – Foto Maxi del Campo
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Algo parecido a lo sucedido aquella noche londinense ocurrió el pasado año en La Vaca Gigante; entre grandes tablas y nombres, apareció una figura pequeña que hizo a muchos pensarse aquello de que lo que no se obtiene con el talento, se alcanza con el trabajo. Juan Merodio (Santander, 1993) surfeó las olas más grandes que vinieron aquel día (entre 6 y 7 metros) tras haber acudido al campeonato a última hora, supliendo a otro competidor que había rechazado acudir, por lo que su preparación para el baño era bastante precaria; pude hablar con él y me confesó que la última vez que se había atrevido a domar la Vaca había sido hacía tres años. Desde luego, no lo parecía; en su segunda manga, entró, cogió una de las bombas del día, y en un recto casi eterno, se salió con la misma tranquilidad con la que había desayunado galletas. Y conociéndole como le conozco, sé que aquella fuerza y estilo que derrochaba en el agua no eran producto de horas de gimnasio y mentalización.

Fue un momento, como en aquel concierto de Hendrix, en el que el resto sólo pudimos sentir admiración, y por qué no decirlo, envidia sana; el talento de Juan, que demuestra en cada ola, hizo sombra a otros nombres más bonitos traídos por la organización en su intención de buscar una plantilla “internacional” y con perfiles de Instagram relucientes (no busquéis su perfil, Juan no tiene), cuando lo mejor, el talento, se encontraba en Cantabria, al alcance de la mano. Puedo mencionar también a Miguel Welsh o Marce Botín como jóvenes cántabros que dieron el callo, pero la lección que dio Juan Merodio, echándole el lazo a la Vaca como quién se va a tomar unas rabas, es digna de recordar. Y los demás, ante ello, lo mejor que podemos hacer es sentarnos, aprender y aplaudir.

¡Feliz entrada de año a todos los lectores de Surfcantabria!

Carlos Serrano

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