> Huele a Napalm – Una incendiaria reflexión de Carlos Serrano

>> ¡Me encanta el olor a Napalm por la mañana! – Teniente Coronel Bill Kilgore, Apocalypsis Now. Sólo faltaban los helicópteros de Coppola sobrevolando el cielo para que la escena vivida esta mañana en buena parte de las playas del norte de España fuese lo más parecido a una película bélica: el sol tapado por la ceniza, un calor agobiante y un olor a muerte.

Aquellos que hoy madrugamos para surfear sabíamos que, alrededor de las once, se anunciaba un cambio brusco del tiempo que nos cambiaría el bendito sur, cálido y offshore, por el malhumorado y frío viento gallego, del noroeste. Lo vimos venir; el horizonte se veía negro, denso, y cada vez más cercano. Algunos vaticinaron una galerna, algo posible dados los calores de los últimos días.

Pero la nube no cargaba agua. Frente a nosotros desapareció la Isla de los Conejos, y los islotes que la flanquean. “Nos quedan diez minutos chavales, a por la última”…

fuego.jpgY puntual a la cita, la nube llegó, arrastrando algo que, lamentablemente, cada vez estamos más acostumbrados a oler: ceniza. Es algo ya sabido que nosotros, que vivimos en éste planeta gracias a todo lo que nos ofrece, somos el animal más desagradecido allá donde los haya. Pero, ya en pleno siglo XXI, cuando todo aquel que quiera puede informarse, acudir a datos y labrarse una opinión, que exista gente que niegue que nos estamos cargando el planeta (que el negacionista Trump sea presidente de EE.UU es la mejor prueba), y consecuentemente, actúe como si todo siguiera igual, o nada fuese a cambiar, es para replantearse muchas cosas. Tanto la gente que quema, como aquellos que tiran su basura en cualquier lado (con predilección por las playas) son una pequeña parte de culpables de que estemos como estemos, y de que, en cuarenta años, quizás sólo surfeemos oliendo a ceniza, y muy seguramente, entre plásticos.

 
Que el año 2016 haya sido el más cálido desde que se tienen registros ha tenido sus repercusiones visibles. La sección del Tiempo en los telediarios dura más que el noticiario, y muchos están de acuerdo en que el tiempo “anda un poco loco”. Sin ir más lejos, hace unos días anunciaban que un huracán llamado Ofelia se paseaba por el Atlántico, con rumbo a Irlanda desde las Islas Azores.  Un dato: 2017 es el año en el que más tormentas han evolucionado a huracán en el Atlántico, y concretamente Ofelia, es el sexto huracán en magnitud de ésta temporada formado en éste mismo océano: los otros son Harvey, Irma, José, María y Lee, que sembraron la devastación en EE.UU y las islas del Caribe.
 
ophelia.jpgPara saber esto, he buscado en Google “Huracán Ofelia”. Desde hace días, tanto las páginas especializadas como los telediarios han informado sobre él. Que mala suerte que ningún paisano gallego, asturiano y cántabro, sin olvidarnos del portugués, tuviera Internet o televisión que consultar antes de decidirse a prender fuego al bosque antes de saber qué viento iba a avivar sus llamas. ¿O si lo sabía? No se quema por quemar, aunque por supuesto no falta el loco de turno, como siempre, como en todo. Si metes en una olla unas leyes permisivas, un bosque descuidado, lleno de maleza y de especies invasoras (incluyo aquí al eucalipto) que nadie pone un duro por cuidar y mantener, y se la das en vigilancia a gente que parece no haber llegado aún al siglo XXI, lo más probable es que te queme la sopa. “Toda la vida se ha hecho” dicen algunos. Ya, pero es que no llevamos toda la vida recibiendo visitas como la de Ofelia. Aunque quizás sea el momento de irse acostumbrando.

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