Joder, qué invento..! La historia imperfecta del mejor amigo del surfer

Desde que el surf, tal como lo conocemos, comenzó a florecer a lo largo de la costa de Waikiki durante el siglo XVII, la natación y el coger olas estaban intrínsecamente vinculados. La razón es simple: aunque los hawaianos podían hacer maravillas con cordajes tejidos con hojas de palma, la idea de atarse uno mismo a la muñeca o el tobillo a una tabla de madera maciza y pesada simplemente no parecía sensato. O tal vez fue el hecho de que en esa cultura coger olas a menudo se veía como una forma de preludio sexual, atarse a su tabla para evitar un largo baño hasta la playa después de una paliza señalaba cierta falta de «confianza» en el desempeño de uno.

Aún así, lo que es sorprendente es que el uso de la «correa» de surf tardó bastante en ser aceptado. Si bien los aficionados a la historia del surf podrían señalar como protocreador a Tom Blake como el primer usuario de la «correa» en la década de 1930, rápidamente abandonó los intentos, citando el peligro inherente de estar atado a una tabla de madera, aunque hueca en este caso, de 16 pies.

La Encyclopedia of Surfing de Matt Warshaw presenta a un francés llamado George Hennebutte, quien en 1958 colocó un cordón elástico en su tabla, sujetándola a su tobillo con un material recientemente desarrollado llamado Velcro. El mundo del surf no se dio cuenta. En 1965, otro surfista francés, quizás inspirado por la idea de genio de Hennebutte, apareció en la sección «Human Interest» de la revista Surfer, paseando por las olas de Biarritz con lo que parecía una pieza de barco conectada a su tobillo hasta la cola de su tabla. Una vez más, los surfistas no solo no se dieron cuenta, sino que se burlaron de su intrepidez gala.

INVENTO WIPEOUT

De hecho, no fue hasta cinco años después que apareció por primera vez en escena la «correa» de surf moderna, atada no a los tobillos sino a las muñecas de un par de lugareños de Santa Cruz, sin duda cansados ​​de sacrificar sus frágiles y nuevas «shortboards» a los acantilados hambrientos de fibra de vidrio en Steamer Lane. El debate no es sobre si fue el maestro Roger Adams o el príncipe del neopreno Pat O’Neill (hijo de Jack O’Neill) quien primero colocó con ventosa un tramo de tubo quirúrgico en la punta de sus tablas, el hecho es que Adam fue el primero en ser fotografiado empleando el artilugio, apareciendo en las páginas de Surfer Magazine. Allí se informó que Adams y O’Neill no solo usaron el artilugio para hacer girar la punta de sus tablas de manera más sencilla, sino que también los ayudó a evitar los inevitables nados fríos y potencialmente mortales del norte de California. Aún asi, la idea costó que entrara, en el Malibu Invitational de 1971, Pat fue objeto de mofa por usar lo que sus compañeros consideraban un «Kook Cord». Muchos creían que un surfista necesitaba aprender lecciones de los errores, lecciones que a menudo se aprendían nadando grandes distancias.

Pero el mundo del surf se dio cuenta de lo que suponía dicha innnovación y su uso generalizado se estendió rápidamente. A partir de ahí, la idea de la punta de la tabla con ventosa y el tubo quirúrgico se habían abandonado por un cordón elástico, unido, por alguna razón inexplicable, hidrodinámicamente inversa, a la quilla, ya sea a través de un orificio perforado en la base o, más tarde, en un tornillo especial en la caja donde se encastraba la quilla. La primera «correa» comercializada agregó una pieza de cuero que, aunque eliminó el fuerte tirón del tobillo, no hizo nada para mitigar el peligroso retroceso posterior. Este problema fue finalmente superado por algunos pensadores cuidadosos de la compañia Power Cord en Santa Mónica, que desarrollaron lo que debería considerarse la primera «correa» moderna del surf.

Esta innovación trajo de vuelta a la «correa» el Velcro para el tobillo (gracias Sr. Hebbebutte) unida a seis pies de tubo de caucho negro hueco con una longitud más larga de cordón de nailon en el interior. Además de ser súper fuerte, este cable limitaba el estiramiento de la goma; bueno para la cabeza de los surfistas, malo para las colas de las tablas de surf, razón por la cual muchas tablas de principios de los setenta presentan reparaciones reveladoras denominadas «leash rip» desde el tapón (también desarrollado por Power Cord) hasta el canto. Este sistema fue el estándar hasta 1977, cuando aparecieron las primeras «correas» de goma de uretano en escena. Mientras que la fórmula de goma y los materiales de las tobilleras se han mejorado durante las décadas siguientes, la «correa» de surf, en forma y función, ha cambiado muy poco desde entonces. Todavía de goma, todavía unida a un tapón en la parte de arriba de la tabla con una cuerda, todavía fijada al tobillo con velcro.

INVENTO PLAYA

Hemos estado mencionando al mejor amigo del surfista como «correa», leash en inglés, pero muchos diréis qué pasó para que aquí se le denominara «invento». Cuando digo aquí me refiero a la península ya que en Canarias tiene la denominación lógica de «amarradera». Las crónicas citan a un grupo de surfistas españoles, principalmente cántabros que acudieron a Francia y fueron testigos como un grupo de surfistas (tahitianos, para más señas..) estaban en el agua con algo parecido a un pañuelo atado al tobillo y una cuerda que les unía a su tabla. En ese momento se escuchó el ya famoso «joder, qué invento..» No vamos a entrar en quien fue el que propinó ese acertado comentario que ha pasao a la historia. Lo que si nos emociona es todavía escuchar al gran Lolis contarlo, él estaba allí, como otros más..

Tras ello y a su vuelta de Francia la imaginación empezó a trabajar, y entre diferentes prototipos, como el del doctor Antonio Sáez con goma de fonendospopio, finalmente, como no, Zalo Campa y Laura Revuelta dieron con la tecla, comercializando en Xpeedin´Surf Shop sus ya míticos «inventos».

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