La Invernal de Laredo: en respuesta a El País

Una noticia, en nuestro mundo, equivale a dinero. Y como en todo, hay noticias que valen más o menos, según cuando se publiquen, y de lo que hablen. Esto lo saben bien los medios, especialmente los grandes, y lo han utilizado siempre para alcanzar esa preponderancia mediática que, obviamente, se traduce en monedas para el bolsillo a base de anuncios. Oyente, escucha la verdad: en mi programa descubriremos las calamidades que provoca el calentamiento global. Trump es el diablo. Eso sí, el Audi que aparece en el anuncio que patrocina este programa, cómpratelo. Piensa en el planeta, pero mientras conduces.

La pasada semana, el surf ha atraído, de nuevo, la mirada de uno de estos medios de comunicación. El periódico El País, uno de más importantes de España, publicó un artículo con el subjetivo título de «La Invernal de Laredo, el torneo de surf donde el ganador se lleva cuatro veces más que la ganadora». Titular jugoso y populista, en los tiempos que corren. Pero eso ya lo sabía El País: el artículo ha alcanzado tal dimensión que, ante la presión y la avalancha de críticas, la organización de La Invernal ha igualado los premios. Ya no habrá diferencia entre el ganador y la ganadora.

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En el artículo se critica duramente a la organización. Se le acusa de no explicar tamaña diferencia entre premios. Se me antoja entonces pensar que la autora, Maria Alexander, con la que comparto edad y aficiones, se vio imbuida por ese afán de noticia jugosa que se le ofrecía, y se quedó ciega. Me explico: en la página web de La Invernal, pública y libre al lector, se precisa que el total de inscritos en el campeonato era de 70 surfistas. En el resumen del cuadro masculino, se señala que participaron en esta categoría 60 inscritos. Eso deja en 10 el número de participantes femeninas. Al igualarse el premio (2.000 euros para cada ganador), se llevó a cabo una discriminación positiva que sólo puede explicarse en cifras: el vencedor masculino, enfrentándose a 60 contrincantes, deberá superar dos rondas de clasificación, octavos de final, cuartos y semis. Las féminas, al ser menos, empiezan en cuartos de final. La gran mayoría de hombres inscritos, ante la competencia, se quedará sin premio. Las mujeres, en cambio, tras la igualdad de los premios, tienen acceso a lo mismo, pero por un camino muchísimo más corto. Y eso no es igualdad.

La diferencia de premios entre las categorías masculinas y femeninas en el surfing tiene unos orígenes, y unos porqués sobre los que mucho se ha escrito y hablado, pero que no parecen tener sitio el artículo de El País. ¿Es culpa de la organización que haya muchos más inscritos masculinos que femeninos? El problema viene de abajo, de una sociedad machista que sí existe, pero cuyo cambio debería empezar en los colegios y las familias, no en los campeonatos de surf, que son únicamente la punta de un iceberg de machismo intrínseco. ¿Es noticia la diferencia salarial entre los equipos de fútbol que juegan la Champions League femenina, y masculina? Yo, al menos, nunca la he leído. Pido desde aquí a El País que meta baza e investigue: interesa mucho más el fútbol que ese deporte de colgaos y pijippies que es el surfing.

La única manera de alcanzar la ansiada igualdad en competición podría ser la participación de las féminas en la categoría OPEN, así como unificar en mangas mixtas las rondas de sub-18, sub 16, etc. Eso evitaría a las organizaciones de campeonatos el dilema económico que les surge cuando, a la hora de premiar a hombres y mujeres, comprueban la diferencia entre lo que unos y otros, siempre económicamente hablando, aportan a la prueba. Nadie quiere nunca perder dinero, excepto si no es suyo. Ante el revuelo causado en «La Invernal», es probable que esta sea la tónica habitual a partir de ahora. Y ojo, porque el resultado podría ser muy positivo. La otra solución sería cambiar a toda la industria del surf mundial, y a la sociedad de raíz, y se me antoja más complicado y a mayor largo plazo.

Las consecuencias de este embrollo debemos agradecérselo al titular de un periódico de alcance nacional, que desde su sede en Madrid, siempre ha tenido un contacto estrecho con el mundo del surf (nótese la ironía). En octubre de 2017, El País publicaba un artículo publicado «En el pico de la ola». Dejemos aparte la sinrazón del título (en el mar hay picos, y olas, que tienen labio, cresta, brazo… Pero creo que nunca un «pico»), para centrarnos en cómo describe el periodista el mundo del surfing: una sucesión de gin-tonics en chiringuitos, paseos en bañador por las playas de Cádiz, cervezas a discrección, clases con profes enrollados que el primer día ya le dicen que ha «cogido una ola», y que se cree que el surf es el nuevo mantra sobre el que debe girar su vida. Exactamente la misma versión que venden las marcas y la industria de surf, utilizando atractivos machistas (si sale una tabla de surf, tiene que salir una chica en bikini, esto es así) que incluso se pasan de rosca. Una de las frases de «En el pico de la ola» es «que los surfistas estén “cachas” no es ninguna casualidad ni moda». Yo, que me considero bastante tirillas, me estoy sintiendo discriminado. ¿Acaso no soy yo, también, surfista?. Si fuese mujer, en cambio, sería al revés: estar cachas no es el prototipo, ni lo que buscan los «sponsors». Y podemos seguir así, hasta el infinito, hasta que periódicos como El País, y sucedáneos, entiendan que son ellos, y los anunciantes de los que viven, son los verdaderos estandartes del machismo, no un campeonato que, cosa rara en estos años, intenta aportar un premio en metálico decente para sus competidores y competidoras. Y hagamos caso al dicho castellano de no mezclar churras con merinas.

Carlos Serrano

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