VENDE-OLAS: GENTE QUE COMPRA SURF | POR CARLOS SERRANO

En el año 2001, hace 22 inviernos, “Surfcantabria” daba sus primeros pasos. Hasta la irrupción de las redes sociales, la página creada por el cántabro Roberto Flores resultó el medio principal para acceder a la actualidad del surf en Cantabria. Quien escribe estas líneas era uno de aquellos niños de catorce años que se metía en los ordenadores del colegio para fisgar las fotos de Maxi del Campo y leer las últimas noticias acerca del extinto circuito ASP, y nunca hubiese podido imaginar que aquellas lecturas a hurtadillas del profesor de informática pudiesen dar lugar a una idea: yo también quería escribir en una revista de surf.

El mundo suele avanzar aún más rápido que nuestros deseos, y cuando en 2017 envié mi primer artículo a “Surfcantabria”, las redes sociales comenzaban a marcar el camino, y ya no hacía falta leer la entrevista a tu ídolo porque tu propio ídolo ahora tiene Instagram. Nunca pude cumplir mi sueño de escribir en revistas y vivir de ello, porque el papel ha pasado a mejor vida como antes lo hizo el papiro. El cambio, sin embargo, no ha resultado a mejor. Tengo la sospecha de que la diversificación de los medios, y las posibilidades de obtener contenido e información personalizados a través de las redes sociales, han hecho de la actual comunidad surfista un mero escaparate individualista donde nadie se preocupa más que de sus olas, su tabla, de su sitio en el agua y del contenido que subirá cuando salga.  Venden olas y estilo de vida… ¿pero aportan algo más al surf?

Los hechos hablan por sí solos a la hora de defender esta duda. Los medios de comunicación como Surfcantabria informan, pero también dan voz a las diferentes voces de la playa. En cambio, la sustitución de medios convencionales por creadores individuales de contenido en el surf conlleva que estos últimos nunca, o en muy pocas ocasiones, se mojen acerca de los problemas de su deporte. Y no me refiero a competición y tablas rotas en vuelos a Bali, sino de la realidad de un surf, el cántabro y el de cualquier parte de España, que necesita mirarse el ombligo, y no a una cámara, de vez en cuando.

Pongamos un ejemplo actual. Si los creadores de contenido que utilizan el surf para sostener sus followers tuviesen una mirada mínimamente crítica, nunca hubiesen permitido que los políticos de turno utilizasen su deporte para realizar demagogia. En primer lugar, el eslogan “Surf a toda costa” de cierto ayuntamiento cántabro habría desatado iras precisamente por lo que significa: “tendrás surf, bendito veraneante, a costa de quienes viven y cuidan la playa todo el año”, “tendrás surf, querido veraneante, a costa de que el precio de un alquiler alrededor de nuestra playa sea inaccesible a cualquiera que no posea un sueldo catalán o madrileño”. Lo dicho: surf, sí, pero a toda costa. Y a ningún influencer del surf, insisto, parece importarte más que cómo le queda el traje para el story.

Hasta ahora, ningún surfista mediático ha tratado de frenar públicamente el uso que se hace de nuestro deporte desde la política, como si el surf fuese un reclamo como lo es la Sagrada Familia. Y motivos, hay de sobra. Otro ejemplo de uso interesado de la marca surf lo tenemos recientemente en Piélagos. Su ayuntamiento ha puesto en marcha para 2023 el proyecto de “dinamización turística y comercial” llamado “La Mejor Ola”. Coged aire, porque la serie viene gorda.

Una vez traducido el enrevesado idioma político, podemos afirmar que el proyecto “La Mejor Ola” de Piélagos viene a decir que, como surfista local, proceden a reírse en tu cara. El hecho de que Piélagos decida subirse a la ola del “Surf a toda costa” resulta irónico, tanto, que roza lo burlesco: el aparcamiento de Valdearenas y Canallave, únicas playas del “surfero” municipio, se cae a pedazos, a nadie se le ha ocurrido instalar baños públicos (los surfistas, turistas o no, cagan y mean, señores políticos), ni siquiera unas duchas en condiciones. El problema de las autocaravanas ya es endémico, y aunque existen muchas soluciones desarrolladas en países vecinos, los políticos de nuestra región prefieren exponer proyectos con nombres guays y colgarse la medallita de transgresores por saber pronunciar bien la palabra “surfing” que coger al toro por los cuernos y asumir que la gallina está asfixiada, y que, si queremos más huevos, habrá que arreglar de una vez el maldito gallinero.

En 2001, cuando comenzó “Surfcantabria”, este artículo que pretende ser contestatario hubiese sido leído por el 80% de la comunidad surfista de nuestra comunidad. Habría desatado críticas y despertado alabanzas, pero lo más importante, hubiese despertado reflexiones en una comunidad surfera que, por lo menos, tenía un medio común al que acudir. Hoy, las presentes palabras se perderán entre el contenido de nuestros teléfonos, a golpe de pulgar, avasallados ante tanto entretenimiento que ni siquiera sabemos hacia donde mirar. Mientras tanto, los vende-olas engordan, siguen buscando followers y votantes desde sus cómodos sillones, mientras planean cómo vender un humo que ni siquiera saben surfear. Sigamos pensando que la unión no hace la fuerza, y quizás encontremos dentro de poco una realidad como la que puede vivirse actualmente en Ribamontán al Mar. Y todo, porque aquellos y aquellas que tienen voz y seguidores no se atreven a decir: dejad el surfing en paz.

Carlos Serrano @charlyserra

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