Gonzalo de mi vida. La anticrónica de una hazaña | Por Carlos Serrano

Hace trece años, España ganó un Mundial de fútbol mientras Manolo Lama se desgañitaba al grito de “Iniesta de mi vida”. Ayer, en El Salvador, los comentaristas, se preguntaban quién era aquel chaval español que avanzaba mangas dejando en la orilla a figuras de la talla como John John Florence y Leonardo Fioravanti. ¡Gonzalo Gutiérrez!, gritaban en retransmisión, desconocedores de que, en un pequeño rincón verde llamado Cantabria, un surfista de Liencres había logrado desatar el mismo sentimiento eufórico que provocó Iniesta al darnos un Mundial. Sólo que esta vez, ha sido aún mejor.

El camino de Gonzalo Gutiérrez (Soto de la Marina, 1997) hacia el sexto puesto alcanzado en los ISA World Surfing Games de El Salvador no ha resultado sencillo. Él, por el contrario, siempre lo ha sido, y quizás haya sido su tímida personalidad lo que haya desatado una tierna pasión que ha crecido a cada manga. Conozco personas que nunca habían visto un campeonato de surf, y que se han pasado las últimas tardes pegadas a la pantalla del móvil sólo por ver a un cántabro llegar a donde cualquier deportista sueña verse: como olímpico en unos Juegos. Gonzalo, “Gon”, ha estado muy cerca, pero su hazaña ha servido para mucho más que aparecer en los medios y añadirla a su palmarés. El surf cántabro ha vuelto a soñar, y hablo del surf de verdad.

Nadie puede decir que Gonzalo Gutiérrez no es un surfista “de los de antes”. Presente en Liencres, su playa habitual, llueva o truene, es célebre por su capacidad para encontrar olas surfeables, incluso gems, donde otros sólo ven un mar cortado de viento con escaso periodo. Competidor empedernido, ha pasado por los peores tragos que pueden digerir aquellos que se dedican al arte de pasar mangas, y quizás demasiadas veces haya debido escuchar que el sueño era demasiado grande. Aun así, ha seguido entrenando, acompañado o por su cuenta, siempre buscando un baño, empapándose mientras esperaba la marea que colocaría una ola sin esperanzas. Pero cuando las cosas se ponen serias, Gonzalo también comparece. Es una cara conocida en los baños exigentes, y aunque su voz no sea la que más se escuche en picos donde algunos hablan demasiado, quizás por eso ha sido tan seguido y apoyado. Los elogios de sus entrenadores, como Ricardo Bilbao, hablan por sí solos.

La paradoja, sin embargo, se encuentra en los apoyos que debería poseer alguien que hace del surf su vida, porque Gon es un satélite de las olas, y si pudiese desarrollar branquias, lo haría. Además de Globe y antaño la firma local Goldbeach, Gonzalo ha tenido que remar contracorriente durante todos estos años de carretera y manta entre campeonato y campeonato. Sus seguidores en Instagram, cebo de gusana para los jargos de la industria surfera, son demasiado escasos para extenderle contratos equiparables a su esfuerzo. Su imagen, que debería ser la imagen del surf verdadero, de alguien que, sin aspavientos, melenas rubias y fotitos, no vende el estereotipo surfero que desangra nuestro deporte hasta el punto de que escribo estas líneas con la vista puesta en un cartel de Lola Índigo anunciando lencería junto a unas putas tablas de surf en una parada de autobús. Gon representa lo contrario a la imagen que las marcas desean vender del surf gracias a la corrupción de sus esbirros, como las influencers pseudo-surferas que cada día tienen foto nueva que subir. Tenemos ejemplos cerca que huelen a abono cántabro. Y sin embargo, Gon ha surfeado en su vida olas mucho peores que cualquier guaperas, porque nadie le ha pagado un viaje a Hawái ni Indonesia sino su propio bolsillo, que es tan estrecho como el nuestro.

Tenemos que alegrarnos por lo que Gonzalo Gutiérrez ha logrado en El Salvador: llevar nuestro surf, el cántabro, y el de nuestro país, a lo más alto durante veinte minutos. Durante una manga de infarto le vimos siguiendo al abanderado por Televisión Española. Estaba hecho, hasta que abrimos los ojos, y como en la canción de John Lennon: “el sueño había terminado”. Gracias Gon, por habernos recordado qué es el auténtico surf, y un verdadero surfer, en mitad de este platazo.

@charlyserra

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