´Akrasia´en pleno verano: crónica de una noche loredana

El pasado sábado 10 de agosto se estrenó en Plea Surf House de Loredo el film “Akrasia”, dirigido por Alejandro “Alex” Cuesta y protagonizado por Marcelino “Marce” Botín, dos de los más prometedores talentos, cada uno en lo suyo, del panorama surfista de Cantabria. El evento fue anunciado por redes sociales y la respuesta fue acorde con el esfuerzo de sus creadores: lleno hasta la bandera, muchos se perdieron la película ante la marabunta de gente que se agolpaba por ver el estreno de “Akrasia”.

Las contradicciones de la noche fueron muchas, y comenzaron por el propio significado de la película: “akrasia” es el término filosófico para definir la falta de voluntad, mucho más preocupante que la carencia de fuerzas, que a muchos adolece en su día a día a la hora de, por ejemplo, currarse un sofrito en vez de echar el tomate Orlando directamente sobre los macarrones. Los asistentes debían de haber sido instruidos en las mejores ágoras y “stoas”, porque a ninguno le picó el gusanillo de la pereza; se encontraban presentes la práctica totalidad de la generaciones surferas de una tierra que existía antes de Revilla, aunque eso al sur de Campoo aún no terminan de creerlo. 

Míticos como Zalo Campa, Hugo López de “Full & Cas”, el matrimonio Vidania, competidores como Gonzalo Gutiérrez o Violeta Sánchez… Nadie quiso perderse el estreno de un film cuyos preparativos ya habían dado mucho de qué hablar. La parte que muestra la sesión de Marce en El Quemao, con olas que ponen los pelos de punta, y punto culminante de una película que derrocha buen gusto no sólo por la imagen, sino por la música y las dinámicas a tener en cuenta a la hora de configurar cualquier video de surf que quiera traspasar la frontera de mero edit. Alex Cuesta lo logró, y desde aquí, mi enhorabuena. No sé si así lo sintieron la otra mitad de los asistentes al evento, que representaban la realidad del verano cántabro en su máximo esplendor. Frente a la pantalla donde se proyectaba “Akrasia” se dieron cita matrimonios sesentones de madrileños que pasaban por allí y cuyos ojos danzaban cortando el pelo a aquellos melenudos que no paraban de gritar cada vez que Marce volaba sobre las espumas, grupos de chicas que habrían tenido que ponerse de acuerdo sobre si les compensaba más la fiesta en el surfcamp o aquella película en la que un tío con camisa blanca y pose “jamesdeaniana” suelta frases filosóficas mientras su perro le dice con la mirada que se calle y se meta al agua; italianos que pasaban por allí y que, para variar, intentaban colarse hacia las primeras filas entre el jolgorio de alemanes y holandeses que se habían encontrado con que la cerveza en Plea era más barata que en los campings de la zona y acudían como abejas al jazmín, entre matrimonios mesetarios que no sabían que hacer con unos hijos que no paraban de decirles “yo quiero hacer eso que sale en la peli” sin saber que “eso” no se logra con un neopreno y una tabla del Decathlon.

La “perdida” de algunos salió a relucir en cuanto Julen Eguiguren, protagonista del film “Gutxi” (Alex Kuesta, 2018), dijo cuatro palabras sobre que “se sentía vasco y pensaba en euskera”. Se oyeron frases criticonas en las filas traseras, y reinó un murmullo de disconformidad: ya sabemos qué opinión posee la comunidad no surfera que veranea en Loredo (y va a ver pelis de surf) sobre los posibles pactos de Pedro Sánchez, pero la verdad es que Julen debería pensar en griego, porque cincela las olas como no lo haría el puto Fidias si estas fuesen mármol del Pentélico. Pocas voces se alzaron, sin embargo, cuando Marce explicó que abandonó la competición porque, en resumidas cuentas, “¿cómo va a gustarte el surfing si “alguien” te obliga a pegarte 16 giros por ola? Espero que esta frase haya calado más hondo entre los presentes que las preferencias de Julen sobre el idioma en el que piensa, si es que entre tanta cerveza alguno tuvo tiempo de reflexionar.

Tras el estreno, Gonzalo del Riego y Javier Vidania dedicaron a los espectadores una selección de temas tan bailables, que se desarrolló un evento fuera del “evento”, con gente bebiendo entre coches y preparándose para lo que prometía ser una fiesta memorable. Pero como en todas las cosas épicas y legendarias que suceden en Cantabria, la policía hizo su aparición, y el chiringuito hubo de cerrarse antes de tiempo, como casi todas las olas que rompen en el Sardinero.

Carlos Serrano

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